Avilés es la ciudad industrial, la de las chimeneas… la menos conocida de las ciudades asturianas. Los turistas no la encontraban en los mapas porque nadie les había dicho que miraran para ella. También les ocurría a los asturianos, “antes nadie se proponía ir a pasar el día a Avilés”. Antes. Avilés ha cambiado. Los humos negros de Aceralia han dado paso al blanco del Niemeyer y con él a la vida. Es una ciudad alegre, a pesar de la que está cayendo. Hay movimiento, los restaurantes, las sidrerías funcionan. Las tiendas venden y el casco antiguo, uno de los más bonitos y esplendorosos de día y de noche, acoge a turistas como nunca antes había ocurrido.
Podría decirse que fue el Niemeyer, que la obra con su plaza del pueblo, su torre mirados y todas las curvas que han pasado por la cabeza y las manos de uno de los arquitectos más importantes del mundo, dio vida a la ciudad. Pero no sería justo ni real.
El casco antiguo, en cuanto los rayos de sol caen sobre sus piedras se vuelve mágico. Los carricoches, las bolsas y los culines de sidra comparten espacio. Hay bullicio. Hay gente, lo mismo que buscó Óscar Niemeyer con su edificio: “un lugar para el pueblo”. Situada en el centro de Asturias Avilés atesora algunas de las playas más hermosas del Cantábrico, su comarca, alguna de las más grandes y salvajes rodeadas de esas carreteras apenas transitadas, que recorren los perfiles de la tierra en días en que el sol parece formar un cuadro a cada golpe de vista. Viajar a través de ellas, conocer los pequeños pueblos, pararse y hablar con los avilesinos, es una de esas experiencias que te transportan a otra realidad, a otro ritmo, a otra vida, si nos permiten decirlo, a otra vida mejor.
Volvamos a la ciudad y sus museos, a su teatro, con la mejor programación del Principado. A sus salas de exposiciones y a sus largos atardeceres de verano en torno a la Ría, con un paseo renovado en el que el arte industrial recuerda lo que es Avilés. Un pueblo trabajador y enamorado de una forma de vida pegada a la naturaleza, Así lo pensó Óscar Niemeyer al diseñar su Torre, con vistas a la Ría que lleva al mar y cruza el océano y con vistas a la ciudad. A la industria y a los barrios, al casco viejo y a los parques.
Allí en esa Torre se desarrollará, precisamente hoy, uno de esos eventos que gustan. El Sidra and Tweets, con la bebida más asturiana y la gastronomía de un grande de la cocina, Koldo Miranda. Quienes asistan escucharán al propio Miranda hablar de turismo y también de gastronomía, algo que cada vez va más unido y que en pocos sitios como Asturias y Avilés se potencia tanto. Esto si es sabido, en esta región la calidad precio manda. Presumen aquí de sus productos, de su fabada, de sus quesos (más de 40 diferentes que configuran la mancha quesera más importante de Europa), de sus longaniza de Avilés o de sus carnes de ternera asturiana y sus pescados frescos del Mar Cantábrico.
No hay que dejar de probar en estas fechas el bonito del norte, que está en temporada y configura uno de los productos más apreciados por los gastrónomos. Anteayer se vendió el primero en la rula de Avilés, la más importante del norte de España. Hoy ya lo habrán disfrutado. Pero hay más, mucho más, esas cosas que sólo se pueden conocer paseando, parándose y observando. La recomendación para Avilés y Asturias, para quien realmente quiera conocer, es pararse en cualquier parte y preguntar.
Hablar con los asturianos, con los avilesinos… el auténtico valor de estas tierras que siempre están preparadas para acoger a los viajeros.